Los informes anuales de siniestralidad insisten en que el factor humano está en la causa de entre un 80% y un 90% de los accidentes de tráfico, y que por lo tanto, toda inversión en prevención y formación es poca. También indican que estos siniestros son la principal causa de fallecimiento entre los menores de 14 años, en 4 de cada 10 casos por no usar los sistemas de retención infantil. Los accidentes de tráfico ocupan el primer puesto entre las lesiones no intencionadas que originan una mayor mortalidad entre los niños (ahogamientos, quemaduras, caídas e intoxicaciones le siguen en orden decreciente) ¿Qué tiene qué ver en todo ello la educación vial?
La educación vial busca el objetivo primordial de promover el aprendizaje de conocimientos que ayuden a la prevención de accidentes. La actual Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial no la contempla como obligatoria. Sin embargo, cada vez son más las voces que insisten sobre su importancia. Entre los 3 y los 16 años, en diferentes fases, se pueden introducir conceptos relacionados con las normas de seguridad que pueden resultar decisivas dentro del entorno educativo.
Con la educación vial en los niños se consigue un doble objetivo; por una parte, la prevención de accidentes y, por otra, que los adultos que serán en un futuro sean más responsables en las carreteras y en las calles, ya sea que actúen como conductores o lo hagan como peatones.
La diversión, básica para los más pequeños
Los niños aprenden antes y asimilan mejor los conceptos cuando se enseñan en forma de juego. Existen infinidad de juegos para que los niños aprendan las normas de circulación y sepan interpretar las señales. Algunas iniciativas, como las caravanas de educación vial que recorren ciudades y municipios, ponen especial énfasis en mostrar ejemplos de buena conducta y emplean juegos interactivos con los que los pequeños pueden medir sus habilidades. Los parques infantiles de tráfico, por otra parte, ayudan a transmitir a los menores hábitos responsables y actitudes cívicas, así como concienciar de la importancia que tiene una actitud solidaria en la carretera.
El importante ejemplo de los padres
Los padres desempeñan una labor determinante para que los niños aprendan educación vial. De poco sirve darles una serie de normas si después ven cómo los padres son los primeros que las incumplen. Esperar a que el semáforo se ponga en color verde para cruzar el paso de peatones, respetar la señalización de las calles o no utilizar el claxon de forma injustificada son acciones que el menor interioriza y tiende a repetir.
El colegio y las actividades extraescolares
Además de los padres, los centros educativos pueden contribuir a difundir la educación vial entre los alumnos. Aunque la normativa no recoge que este tipo de formación sea obligatoria, numerosos colegios e institutos dedican clases extraescolares a la formación en seguridad vial. Para ello es fundamental la coordinación entre profesores y padres e incluso la celebración de actividades conjuntas, a las que acudan padres y niños. Éstos últimos muestran un creciente interés por la educación vial y por conseguir el objetivo de una conducción segura.
Inversión en formación y conocimiento
“El principal valor de una nación o una empresa es el conocimiento. Todo lo que se invierta en formación redunda en beneficios”, indica Julio Dolado, delegado nacional del programa de la Unión Europea ‘Horizonte 2020’, cuando se le pregunta si la Seguridad Vial debería ser una asignatura obligatoria en el sistema educativo. Para Luis Montoro, presidente de la Fundación FESVIAL, “la seguridad y educación vial debería ser una asignatura de una obligatoriedad clara”.
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