Seguro que te ha pasado alguna vez… circulas por la autovía y “pum” una piedra choca con tu parabrisas. De repente, observas que el impacto ha agrietado mínimamente una parte del cristal. La primera idea que pasa por nuestra mente es no hacer caso a este pequeño impacto autoconvenciéndonos de que la fisura no irá a más. Pero es cuestión de tiempo que la luna acabe agrietándose hasta romperse.
¿Qué pasaría si se rompe la luna parabrisas mientras estamos conduciendo? Pondríamos en peligro nuestra seguridad ya que tanto el parabrisas como el resto de los cristales del coche son un elemento de protección básico para las personas que viajan en su interior, además proporciona al conductor la correcta visibilidad de la carretera.
Llegado a este punto, tenemos claro que es muy importante que solucionemos el problema para que nuestra conducción sea segura. Y es en ese momento cuando surge la eterna pregunta ¿reparar o cambiar?
Partiendo de la base de que siempre que sea factible es mejor la reparación de las lunas en lugar de sustituirlas, es preciso hacer una distinción entre los diferentes cristales del coche para saber cuándo es necesario poner en marcha una solución u otra.
Reparar o cambiar las diferentes lunas
Comenzamos por el parabrisas dado que se trata de una parte fundamental de la seguridad del coche. La luna delantera debe estar siempre en perfecto estado, lo que implica limpiarla cuando sea preciso y solventar cuanto antes las grietas que se hayan producido durante la conducción por cualquier tipo de impacto.
En función de la gravedad de la fisura, bastará con reparar la luna delantera o, en otro extremo, será necesario sustituirla. Cuando el tamaño de la rotura sea inferior a una moneda de 2 euros y se encuentre fuera del ángulo de visión del conductor, será posible realizar una reparación del cristal. Sin embargo, si no se cumplen estos requisitos y el desperfecto está situado a menos de 6 centímetros del borde del parabrisas, será imprescindible cambiar la luna.
En cualquier caso, un daño en el parabrisas constituye un peligro para todos los ocupantes del vehículo, por lo que es importante acudir a un taller especializado para que solucionen el problema cuanto antes. Cuando se trata de cambiar la luna delantera, para mantener la misma calidad que la original, es recomendable cerciorarse de que el nuevo cristal también está homologado.
A diferencia del parabrisas, cuando las lunas traseras y laterales están agrietadas, la solución más recomendable es la sustitución.
Aspectos clave en la reparación
Aunque la reparación del parabrisas permite conducir en condiciones normales, la luna contará con una pequeña cicatriz, testigo de un impacto anterior. Para que el arreglo sea lo más eficaz posible, conviene actuar rápidamente desde que se produce el daño. En el caso de que transcurra demasiado tiempo, lo habitual es que la pequeña fractura se convierta en una grieta de mayor envergadura que obligará a sustituir la luna por completo.
Es importante que al realizar la reparación del cristal no quede ninguna imperfección en la superficie. En caso contrario, cuando el coche atraviese una vía pedregosa o sufra un nuevo impacto en la luna, la fisura se volvería a abrir provocando incluso un desperfecto más grave. También conviene prestar atención al modo de reparar para que el parabrisas continúe ejerciendo su papel de protección frente a los rayos del sol, evitando deslumbramientos.
Si después de conocer toda esta información aún te preguntas si cambias o reparas la luna, ¡no te preocupes! En Carglass solventamos tu duda, ofreciéndote en nuestros talleres la solución con todas las garantías para que tu conducción sea segura.
