Parabrisas y seguridad: la bayeta, esa gran desconocida

A veces la relación entre parabrisas y seguridad depende de los detalles más sencillos, incluso de una simple bayeta.

Hoy en día es habitual invertir miles de euros en equipar los mejores sistemas de seguridad activa y pasiva en nuestro coche nuevo, pero poca gente se para a pensar que muy por delante de la alerta por cambio involuntario de carril, del control de crucero adaptativo o del aviso por vehículo en ángulo muerto hay algo tan sencillo como ver bien a través de los cristales.

Para ver los objetos que nos rodean, necesitamos que la luz que rebota en ellos llegue a nuestros ojos. Si estamos en el interior de un vehículo, por un lado la visión es casi la única fuente de información que tenemos y, por otro, los acontecimientos se producen a gran velocidad, por lo cual la visión es totalmente crítica.

Existen varias razones para mantener siempre limpios los cristales y que conviene recordar:

* Si están limpios, veremos mejor en cualquier circunstancia.

* Eliminaremos ángulos muertos por la formación de un “marco” alrededor del trayecto de los limpias, ampliando el campo de visión real.

* Controlaremos mejor los espejos y por tanto la circulación que nos rodea y nos sigue.

* Forzaremos menos la vista al no tener que esquivar o atravesar capas de polvo, grasa, barro e intentar ver lo que hay detrás.

* Si empieza a llover, evitaremos la formación de barro sobre el parabrisas, y ese primer momento de ver muy mal poniéndonos en riesgo.

Parabrisas y seguridad

* Cuando la luz directa atraviese el cristal saldrá a relucir (nunca mejor dicho) todo aquello que se ha depositado sobre él, volviéndose más opaco. Esta situación es muy habitual cuando nos encontramos el sol de frente a primera o última hora del día, o cuando circulamos de noche y nos enfocan los faros de otro vehículo. En ese momento es cuando nos acordamos de no haber limpiado el parabrisas en meses, y se pueden producir instantes de ceguera parcial o casi total que terminan en un buen susto o algo peor.

Es curioso, sin embargo, que la solución a un riesgo tan grande sea tan simple como cambiar las escobillas al menos una vez al año, limpiar los cristales y espejos por fuera cada vez que repostamos combustible, como rutina, y pasar una bayeta empapada en limpiacristales por el interior del parabrisas y el espejo central de forma periódica, sin dejar pasar demasiado tiempo y aunque los cristales parezcan limpios.

Cuando nos demos cuenta de que no lo están, podemos habernos metido en un buen lío.

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